jueves, 15 de diciembre de 2016

Melancolía de desaparecer




MELANCOLÍA DE DESAPARECER

Y pensar que después de que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo
y que la luna brillará lo mismo
y  ya no la veré desde mi caja.

Agustín de Foxa

lunes, 14 de noviembre de 2016

Autistas


Llaman, y no es cierto, la generación mejor preparada de la historia de este país a esos miles de licenciados universitarios que están en paro, o que han tenido que emigrar para buscarse las habichuelas. Los que vienen detrás, criaturas que ahora naufragan en la adolescencia, constituyen la generación más autista de la historia: su ocio discurre pegado a la pantalla de un teléfono móvil, o un ordenador, visionando telebasura enlatada o alucinando con esa memez que son los youtubers. No hay diálogo con el entorno y de tanto en tanto emiten sonidos guturales que pretenden ser una carcajada  o una muestra de espanto. Por fortuna, y pese a ese autismo, no necesitan un colegio especial, ya que los normales se adaptan perfectamente a su rico mundo interior. Menos mal, así el dispendio de los padres no es elevado. Tienen, como el móvil, tarifa plana.

martes, 8 de noviembre de 2016

En silencio


La vi entrar en el restaurante y pensé que era ella: su mismo cuerpo, igual cara, idéntica esbeltez. Pero tras observarla detenidamente durante más de una hora y a corta distancia, tuve que desechar la idea. No era ella, pero por el parecido físico y la edad, más de cuarenta, o frisando en unos cincuenta increíblemente llevados, me consolé pensando que podría ser su gemela. En cualquier caso, me enamoré de ella como lo hice de su hermana hace ya años, en silencio, que es la mejor forma de enamorarse: con discreción y sin la posibilidad de la decepción del desamor. Aunque verla abandonar el local me provocó una punzante melancolía que tuve que diluir en mi copa, pero eso ya es un clásico, nada irreparable.