Llaman, y no es cierto, la generación
mejor preparada de la historia de este país a esos miles de licenciados universitarios
que están en paro, o que han tenido que emigrar para buscarse las habichuelas.
Los que vienen detrás, criaturas que ahora naufragan en la adolescencia, constituyen
la generación más autista de la historia: su ocio discurre pegado a la pantalla
de un teléfono móvil, o un ordenador, visionando telebasura enlatada o
alucinando con esa memez que son los youtubers. No hay diálogo con el entorno y
de tanto en tanto emiten sonidos guturales que pretenden ser una carcajada o una muestra de espanto. Por fortuna, y pese
a ese autismo, no necesitan un colegio especial, ya que los normales se adaptan
perfectamente a su rico mundo interior. Menos mal, así el dispendio de los
padres no es elevado. Tienen, como el móvil, tarifa plana.
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