Cada vez que camino por el paseo
frente a la playa tengo la misma sensación, la de un tiempo que se ha ido,
evaporado, y del que ya solo quedan pequeños restos que danzan en la brisa.
Cierto es que un atardecer otoñal no invita precisamente a pensar que todo está
por delante, pero la memoria es implacable, aliada de la melancolía, y un adolescente en bicicleta que
casi te atropella te recuerda que no hace tanto eras tú el que ocupaba su lugar
sobre las dos ruedas en ese mismo entorno. En realidad ,hace mucho de eso, más
de tres décadas, pero esa misma memoria, tan eficaz, te dice que fue ayer. Todo
ha pasado como un suspiro y eso mismo, un suspiro, es lo que profieres mientras
aceleras el paso y te alejas de allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario